Enviado a las 14/12/2010 22:53:06 | |
DOÑA ALMA HABLA DE SAN JUAN DE LA CRUZ | |
No debe imaginarse a san Juan de la Cruz como un hombre entregado con ardor a la aventura de la palabra. No debe tampoco prefigurarse la imagen de un monje bibliófilo enfrascado en la lectura constante de obras de erudición profunda. San Juan era un hombre sencillo de gustos sencillos, amante de la vida que sentía como regalo de Dios. Y como amante de la vida que era, amaba cada palabra que escuchaba o que leía, lo mismo que amó sus laderas y sus montes, sus valles solitarios o sus ínsulas de extraña fantasía. Examinado en el amor, materia en la que jamás existió un experto tan notable, no quiso adoptar la vía mística del silencio sino que su corazón rebosante le empujó a compartir con sus hermanos la gracia de la que Dios le hizo merecedor. No muy distinta de la de otros hombres de letras renacentistas debió ser la formación de En san Juan conviven todas estas realidades literarias por igual. Y todas ellas confluyen hacia el mismo centro. Para san Juan no existe nada vacío de sentido, todo transformaba la permeabilidad de su alma y en todo halló un camino despejado hacia la trascendencia. Aunque su formación no distara mucho de las de los hombres de su tiempo, su personalísima voz y su forma de construir lo convierten en un producto atípico, atemporal y aislado. San Juan parece un romántico iluminado en un mundo de hormas petrarquistas. Quizá como ningún otro encontró una vena alucinante que lo conectaba con lo más profundo y elevado de sus entrañas. Nunca temió salirse de los moldes, nunca los moldes le sirvieron para ningún propósito. No bebió de las fuentes como sus contemporáneos, sino que en ellas halló un dulce refrigerio para su imaginación. San Juan fue un alquimista de la palabra, de sus significantes y sus sentidos, y de la tradición y la sabiduría antigua. En su laboratorio poético convivían por igual las imágenes recobradas de sus experiencias extáticas de meditación, la naturaleza, recreada y recreadora que condujo sus pasos entre los versos del Cántico, el magisterio platónico y el neoplatonismo antiguo y renacentista, las palabras inflamadas de la charla cotidiana con Teresa o con Ana. Todo eso supo, como nadie, transformarlo en el discurso sereno de su corazón. En san Juan, Platón no suena a Platón, suena a san Juan, Garcilaso parece un creacionismo, las coplas de labranza son coplas de huerto o de caverna, y la Biblia rezuma a texto nuevo de grata reescritura. Por DOÑA ALMA 14 de diciembre de 2010, día de San Juan de la Cruz |
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lunes, 2 de abril de 2012
DOÑA ALMA HABLA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
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