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martes, 23 de marzo de 2010

DIA DEL LIBRO: DON QUIJOTE Y SANCHO EN VALENCIA

DIA DEL LIBRO: DON QUIJOTE Y SANCHO EN VALENCIA

 GRANDES TIPOS: GENIOS Y FIGURAS DE LA HISTORIA DE ESPAÑA (Serie 2ª, por D. Benigno).

DÍA DEL LIBRO: DON QUIJOTE Y SANCHO EN EL CONGRESO DEL PP EN VALENCIA
Homenaje a Don Miguel de Cervantes Saavedra

“Usted es un buen tipo, amigo. Ya lo digo yo. Todas las noches se lo digo a mi mujer: no sabes la cantidad de gente que podría ser Presidente del Gobierno… Mmm… Hasta Rajoy podría, mira tú por donde…”

Bloguer@s de Libertad Digital:

Continuamos, si os parece, nuestra esporádica serie sobre los grandes tipos de la Historia de España. Hoy, para celebrar –otra vez, qué pesadez…– el ínclito y nunca bien festejado Día del Libro, nos visitan los únicos, irrepetibles y geniales Don Quijote y Sancho Panza, que comentan la actualidad nacional con servidor de ustedes, o sea, yo mismo, vulgo Don Benigno.

Marchan lentamente, a trote corto, caballeros alazanes a lomos de Rocinante y el Rucio. Descabalgan y las hambrientas cabalgaduras intentan encontrar algo de pasto en los amarillentos y poco verdosos prados manchegos, atacados de sed por la sempiterna, pertinaz sequía.
 
DON BENIGNO: ¡Cuánto bueno por aquí! ¿Cómo ustedes por Libertad Digital, estimados y apreciables semejantes?
DON QUIJOTE: Calle, don Benigno, calle, que venimos molidos…
SANCHO PANZA: Venimos, señor Don Benigno, bien molidos, pero no del viaje. ¡Molidos a palos! Y aunque dirá mi señor Don Quijote que ha sido por rescatar a una Dama de muy alta ‘alcuna’, a mí me huele a queso oscuro, pues bien se nota cómo nos han vareado las costillas a costa de una desas aventuras nuestras. Mire vuesa merced: la espalda más roja que cangrejo… ¡Ay!           
D. B: ¿Cómo? ¿Dónde han podido afrentarles la espalda tan duramente?
D. Q: Cuéntalo tú, Sancho amigo, que a mí no sólo la espalda me han doblado, sino las muelas, que ya no he sino dos y media… ¡Cómo duele, Sancho! Esto no le pasó nunca a Amadís, ni a su hijo Esplandián ni a Tirante el Blanco, caballeros todos tan principales como invencibles en sus batallas. Será fuerza que vaya a ver al dr. Pedro Recio de Agüero a que me las mire…
S. P: Mala suerte le caiga a ese físico de mal agüero, mi señor Don Quijote.
D. B: Sosiéguense, amigos, y díganme qué les ha pasado, dónde, cómo…
S. P: Pues verá, Don Benedicto…
D. Q: ¡Don Benigno, Sancho! Y no empieces con refranes, que témote.
S. P: A buen fin, no hay mal ‘emprincipio’, mi señor, ansí que mi empiece debe ser por donde quedamos: iba caído y mustio mi buen amo, vencido en Barcelona por el de la Blanca Luna, cuando, de camino a nuestra aldea, unos caballeros nos dijeron que en Valencia se celebraban unas justas y torneos muy señoriles. Con esas nos fuimos a Valencia y allí vimos reunirse a gran ‘moltitú’ de gente, toda de grande escala y mejor presencia. Yo mesmo me quisiera ver en una de esas reuniones de cortesanos…
D. B: ¿Quiénes eras, amigo Sancho?
S. P: Unos caballeros y señoras que vestían muy raro, a la francesa, diría yo si no ofendiere a mi amo y señor. Al grano, dijo la gallina, y llevaban banderas de España y unas enseñas con pájaro que luego supimos era gaviota y las letras PP, que yo me creí que había venido el Papa Luna a Valencia, pero no. Eran de un partido del Reino, y en esto se acabó lo bueno, porque aquí mi señor Don Quijote, viendo que un altísimo jayán se abrazaba a una dama o damisela, se lanzó a espadazos contra éste para liberar a la dama del cautiverio…
D. Q: Di la verdad, ¡bellaco, malandrín, mal escudero!, mala landre te coma, di la verdad, no faltes a la verdadera estoria, follón. Era, sépalo vuesa merced Don Benigno, un tal Marianeco Ragodoy, un caballero descomunal y soberbio de Galiacia, el cual queríale mal a una dueña Esperanza de Aguirre, vizcaína no fingida, dama de gentil hermosura, honesta, liberal y sincera, a la que el barbado gigantón iba a dar eso que algunos llaman ‘el abrazo del oso’. Mas los malos mestureros fueron otros: un tal Bargas o Bragas, y tal don Gallardón o Gallardete, a los que, manque mi flaqueza de fuerzas, pude asestar dos o tres mandobles. En fin que vime, pues, forzado a defender a esa dueña de Aguirre lo mejor que pude… Pero salieron mil barones del partido, que Dios confunda y…
S. P: ¡Y ansí ‘emprincipió’ la ensalada de palos! Dígalo mi espalda: esto es dolor, quien lo probó lo sabe. ¡Ay! Llovían los palos, las bofetadas y los gritos como no digan dueñas. Luego la dueña Esperanza nos llamó a parte y dijo que un tal señor Bueno o Bono nos llamaba a que fuéremos a La Mancha. Yo le dije, señora, gracias por darnos noticia de ese Homobono, agora que entrambos vamos como ‘ecce homos’… ¡Cómo está España, don Benigno!
D. Q: Calla, Sancho. Calla. Déjate de Bonos, abonos y eccehomos. Cómo me duelen las muelas. Si hubiera un azumbre siqueira del bálsamo de Fierabrás... Luego luego dirán que al buen callar llaman Sancho. Mala ventura hayan los refranes castellanos y el diablo que los parió, que debiste ser tú, Sancho. ¡Mientras haya en España Quijotes, no se ha de perder por nada!
 
Don Benigno los ha saludado efusivamente, les ha dado algunos dineros para que remedien sus heridas y sus comidas, los ha despedido y luego ha visto cómo se iban: Adiós, amigo Quijote; adiós, Sancho. En efecto, en el Congreso del PP en Valencia sólo van a faltar un Quijote y un Sancho para completar el cuadro, porque mozas ‘del partido’ y donceles ‘de Sigüenza’, los habrá a montones. Y gigantones gallegos; y cabezudos catalanes; y damiselas madrileñas en peligro de cautiverio. Ya los liberales hemos perdido el partido, aunque, a poco que enderecemos el rumbo de esta zozobrante y zapateril Nave de los Locos, igual hasta ganamos la partida.

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