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martes, 23 de marzo de 2010

JAMES BOND CONTRA ZIFRA-P (Dedicado a zzzz)

Enviado a las 25/06/2008 23:28:53
JAMES BOND CONTRA ZIFRA-P (Dedicado a zzzz)

CASINO ROYAL:
James Bond contra Zifra P.
(Dedicado a zzzz)

Una llamada urgente de ‘M’ me reclamaba. Apuré el martini que me estaba tomando en compañía de Vesper Lynn, la rubia de piernas de seda, y decidí acudir a la central para ver qué nueva misión me encasquetaban. “Lo siento, cariño. El deber me reclama”, dije con mi acento más oficial y le di un beso. “No te vayas, James”, susurró ella, envuelta entre las sábanas, medio muslo desnudo. “No te olvides de poner la lavadora, Vesper”. “Pues no te olvides tú de comprar el detergente, James”.
Aparqué mi estilizado Aston Martin junto al Mini de Money Penny. No me fijé en sacar el ticket del parquímetro y eso me supuso pagar una multa de 250 libras: ¡que te aproveche, Gallardón! ¡Nos vas a sacar los hígados!
Entré en la antesala al despacho de ‘M’, que era donde se encontraba la mesa de Money Penny. Tiré mi sombrero de fieltro: el perchero saltó y coincidió justo con él. Ya los tengo amaestrados.
Money Penny esbozó una encantadora sonrisa:
-‘M’ te está esperando, James.
-Que espere…
Le di un tiento detrás de la mesa. En ese momento ‘M’ abrió la puerta:
-Déjete de carantoñas. Ahora tienes que meterle mano a otros asuntos más importantes. Y usted, señorita Penny, copie 200 veces en su máquina de escribir “no coquetearé más con los agentes secretos”. ¡Por triplicado!
‘M’, cuya identidad yo desconocía entonces (para mí que es Mariano Rajoy), me hizo pasar a su despacho y me explicó la misión. En resumen, se trataba de darme un paseo por Montecarlo, al Casino Royale, introducirme en una partida de bacarrá contra un tal Zifra-P, malo malísimo de ZPectra, la Organización Internacional del Mal que estaba recaudando fondos en todos los casinos, de Torrelodones a Kuala-Lumpur, para financiar el terrorismo. ‘M’ seguía y seguía hablando mientras yo acariciaba un globo terráqueo y me imaginaba las curvas de Vesper.
“El amigo Q le entregará un modernísimo equipo, altamente adaptado para esta difícil misión. Vaya a verle ahora mismo. Le deseo suerte, James. Ese dinero nos hace mucha falta. Ah, y no se entretenga con Money Penny, que le conozco, ¡picarón, más que picarón!”
Q me recibió en su laboratorio. Después de dos horas de aburrida charla en esa jerga científica ininteligible, le dije que no me hacía falta para nada ninguna de sus estilográficas con veneno ni de sus retro-progre-propulsoras:
-A mí deme una pistola de cañón largo, con silenciador, como Dios manda y déjese de zarandajas, hombre.
* * * * *
Llegué a Montecarlo en el Ferry de Génova: la organización está en crisis y se ahorra todo lo que puede y más. Antes de entrar en el Casino Royale, compré una bolsita de castañas calentitas: me traen buena suerte, y además aquella noche hacía un frío que se te helaban hasta los calzoncillos.
-Es usted Zifra-P, ¿verdad? –le solté a uno de los jugadores de la mesa.
-No, yo soy Orson Wells. Zifra-P es ese de las cejas diabólicas…
No me podía esperar que el malo malísimo tuviera cara de tan malo malísimo.
-No hace falta que usted se presente, ya sabemos todos quién es –dijo el tal Zifra-P, con su voz siniestra y engolada de optimista antropológico.
-Pero si amí me da la gana me presento, ¿no, chata? –una rubia descocada me sonreía al lado (una espía del Zifra-P, fijo). –Mi nombre es Bond, James Bond.
-Vale, vale. ¿Contento? Pues, hala, ¡a jugar, que decía Joaquín Prat!
Estuvimos jugando una y otra vez al bacarrá. Venga barajar los naipes, una mano ganaba yo, otra el Zifra, y así durante dos horas. Subían las apuestas…
-¿Jugamos a algo más arriesgado, don Zifra? –le reté.
-¿Qué le parece si nos jugamos todo a las siete y media? –bizqueaba al hablar.
Si me hubiera negado, mi prestigio de 007 y tres cuartos habría quedado en entredicho. No me arredré. Fui osado. Aposté mi resto (248 millones de euros con 37 céntimos) contra la cifra de Zifra-P. Fue un auténtico triunfo… ¡del Zifra! Perdí hasta los cordones de los zapatos.

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Cuando salí del Casino Royale, más pelado que el culo de un mono, se me acercó un hombre disfrazado de buhonero. Él me reveló la verdad de todo, y desde entonces no soy el mismo. Es más: ya no soy agente secreto al servicio de su Majestad, sino que regento un estanco en Parla Norte. Oh, lector, te revelo la cruda verdad, la que para mi sonrojo me fue descubierta aquella infausta noche en Montecarlo:
“Señor Bond, me llamo Solbes, Pedro Solbes. En mis ratos libres viajo por Europa, voy de pedigüeño y hago la pedicura a domicilio. El hombre contra el que usted se enfrentó en el Casino Royale no se llama Zifra-P, sino ¡Zapatero!
El pobre está recaudando dinero, pero no para el terrorismo, sino para pagarle a cada españolito los 400 euros de vellón que les prometió y, si le queda algo, cuadrar las cuentas de la economía española. Por eso, no se entristezca, amigo, y cómpreme unos altramuces, que están de chuparse los dedos…”
Ésa fue mi última misión. ‘M’ aún me está buscando para partirme las piernas y echarle el resto a los cocodrilos del Támesis.


¡ATENCIÓN LECTORES!
El mapache de CUALQUIE amenaza con reincidir en sus mordeduras y puede aparecer en CUALQUIEr momento.
Así que, ¡ojo al dato!

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