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martes, 12 de enero de 2010

CONTRA EL 'DELENDA EST HISPANIA', ¡DIPUTADO LARRA!

Enviado a las 27/03/2008 15:28:25

Contra el ‘Delenda est Hispania’, ¡DIPUTADO LARRA!
en una nueva apaortación a la 'Cejiliteratura' de

LA ‘ZEJIJUNTURA’
O de nuevas aventurillas de otros cuatro años
De Legislatura ‘cejijunta’
II Fase. Solución cuasi-final:
‘Delenda est Hispania’

Por D. Benigno, el Despelleja-Politicastros

Regresa Don Benigno de su Retiro en el Parque Guárner.
Vuelve, con más fuerza que nunca y más ganas de ‘botar’ a los ‘zejijunteros’.
Regresa, en fin, a sus cuarteles de Primavera, con una gardenia en la solapa
y una suerte de mueca en la boca: no, no es la sonrisa
de la Mona Lisa ni la tontiloca mueca de Z: es la rabia de Don Benigno,
 porque su Madrid va de anacoluto en anacoluto y su Rajoy, su Mariano del alma, va
de zancadilleado por los ‘arriolos’ a las Candilejas de las zascandiles peperos.
Regresa acompañado por dos gentiles y generosos escuderos:
El Diputado Larra y la Condesa de Roy, Horfelina de Huguet.
Al Diputado Mariano José de Larra, al que hoy conoceréis, si tenéis a bien
leer esta sarta de ‘idiocingracias’; a la Condesa de Roy, no hoy,
sino otro día, la conoceréis, si gustáis.
Así será, si así os parece.

       Colegas de los blogs de Libertad Digital, continuamos la serie iniciada por Don Benigno el ‘Despelleja-Politicastros’, antes apodado ‘El Garbancero’. Cambia su mote popular, porque ciertos políticos sociatas y populipeperos están empezando a colmar su paciencia, su escuela, su despensa y su descanso. Seguirá hablando de la nueva ZEJIJUNTURA, en su segunda Fase: La solución cuasi-final, o dele, dele, compadre, dependa de quien dependa, dele, dele, que DELENDA EST HISPANIA.

Todos, unos por otros, ¿van a dejar, de nuevo, nuestra casa sin barrer? A nadie le quepan dudas: hay un único y gran responsable de todo esto y responde al nombre de Z, aunque firme ‘R. Zapatero’.
Un saludo, señores del antiguo parlamento ‘zejijuntero’, Fase II. Bienvenidos los próximos inquilinos de La Nave de los Locos, letra de Z, música y charanga y pandereta de Johann Sebastián Buaj y también bienvenidos los opositores al Gobierno, opositores y politipeperos de la Barca de Mercurio y Caronte, o Barquichuela de Mariano y sus currantes. Los demás, la gente, seguiremos remando, mientras vosotros os dais de tortas dialécticas sin mirar los precios ni mirar las hipoteconazas que tenemos que pagar o la factura del móvil o los libros del ‘cole’ de nuestros hijos. Viva Trichet! De aquí en adelante, Planchet, escudero del Mosqueperro del Rey, el gascón Muerdeñam, o mejor, “Trinchet”, del verbo ‘trinchar’ o ‘trincar’, en román paladino.
 
CONTRA EL ‘DELENDA EST HISPANIA’,
¡DIPUTADO LARRA!
Reproducimos aquí, por su interés, uno de los discursos más conocidos del ahora elegido Diputado por Cádiz, aunque él no se presentaba: el literato o letraherido
D. Mariano José de Larra.
¡Por España, por la Libertad, por Cádiz!

EN ESTE PAÍS
Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas que nacen en buena hora y que se derraman por toda una nación, así como se propagan hasta los términos de un estanque las ondas producidas por la caída de una piedra en medio del agua. Muchas de este género pudiéramos citar, en el vocabulario político sobre todo; de esta clase son aquellas que, halagando las pasiones de los partidos, han resonado tan funestamente en nuestros oídos en los años que van pasados de este siglo, tan fecundo en mutaciones de escena y en cambios de decoraciones. Cae una palabra de los labios de un perorador en un pequeño círculo, y un gran pueblo, ansioso de palabras, la recoge, la pasa de boca en boca, y con la rapidez del golpe eléctrico un crecido número de máquinas vivientes la repite y la consagra, las más veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución.
Estas voces favoritas han solido siempre desaparecer con las circunstancias que las produjeran. Su destino es, efectivamente, como sonido vago que son, perderse en la lontananza, conforme se aparten de la causa que las hizo nacer. Una frase, empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya existencia es tanto más difícil de concebir, cuanto que no es de la naturaleza de esas de que acabamos de hablar; éstas sirven en las revoluciones a lisonjear a los partidos y a humillar a los caídos, objeto que se entiende perfectamente, una vez conocida la generosa condición del hombre; pero la frase que forma el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia para los que la oyen y para los mismos que la dicen; así la repiten los vencidos como los vencedores, los que no pueden como los que no quieren extirparla; los propios, en fin, como los extraños.
En este país... Esta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. - ¿Qué quiere usted? —decimos—. ¡En este país!...
Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la fraséenla: ¡Cosas de este país!, que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos.
¿Nace esta frase de un atraso reconocido en toda la nación? No creo que pueda ser éste su origen, porque sólo puede conocer la carencia de una cosa el que la misma cosa conoce: de donde se infiere que si todos los individuos de un pueblo conociesen su atraso, no estarían realmente atrasados. ¿Es la pereza de imaginación o de raciocinio que nos impide investigar la verdadera razón de cuanto nos sucede, y que se goza en tener una muletilla siempre a mano con que responderse a sus propios argumentos, haciéndose cada uno la ilusión de no creerse cómplice de un mal, cuya responsabilidad descarga sobre el estado del país en general? Esto parece más ingenioso que cierto.
Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando se halla un país en aquel crítico momento en que se acerca a una transición, y en que, saliendo de las tinieblas, comienza a brillar a sus ojos un ligero resplandor, no conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal, de donde pretende salir para probar cualquiera otra cosa que no sea lo que hasta entonces ha tenido. Sucédele lo que a una joven bella que sale de la adolescencia; no conoce el amor todavía ni sus goces; su corazón, sin embargo, o la naturaleza, por mejor decir, le empieza a revelar una necesidad que pronto será urgente para ella, y cuyo germen y cuyos medios de satisfacción tiene en sí misma, si bien los desconoce todavía. La vaga inquietud de su alma, que busca y ansia, sin saber qué, la atormenta y la disgusta de su estado actual y del anterior en que vivía; y vésela despreciar y romper aquellos mismos

«Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda,
creemos explicarle perfectamente con la frasecilla:
¡Cosas de este país!,
que con vanidad pronunciamos y sin
pudor alguno repetimos.»

sencillos juguetes que formaban poco antes el encanto de su ignorante existencia.
Este es acaso nuestro estado, y éste, a nuestro entender, el origen de la fatuidad que en nuestra juventud se observa: el medio saber reina entre nosotros; no conocemos el bien, pero sabemos que existe y que podemos llegar a poseerle, si bien sin imaginar aún el cómo. Afectamos, pues, hacer ascos de lo que tenemos, para dar a entender a los que nos oyen que conocemos cosas mejores, y nos queremos engañar miserablemente unos a otros, estando todos en el mismo caso.
Este medio saber nos impide gozar de lo bueno que realmente tenemos, y aun nuestra ansia de obtenerlo todo de una vez nos ciega sobre los mismos progresos que vamos insensiblemente haciendo. Estamos en el caso del que, teniendo apetito, desprecia un sabroso almuerzo con la esperanza de un suntuoso convite incierto, que se verificará, o no se verificará, más tarde. Sustituyamos sabiamente a la esperanza de mañana el recuerdo de ayer, y veamos si tenemos razón en decir a propósito de todo: / Cosas de este país!.
Sólo con el auxilio de las anteriores reflexiones puedo comprender el carácter de don Periquito, ese petulante joven, cuya instrucción está reducida al poco latín que le quisieron enseñar y que él no quiso aprender; cuyos viajes no han pasado de Carabanchel; que no lee sino en los ojos de sus queridas, los cuales no son ciertamente los libros más filosóficos; que no conoce, en fin, más ilustración que la suya, más hombres que sus amigos, cortados por la misma tijera que él, ni más mundo que el salón del Prado, ni más país que el suyo. Este fiel representante de gran parte de nuestra juventud desdeñosa de su país, fue no ha mucho tiempo objeto de una de rnis visitas.
Encontréle en una habitación mal amueblada y peor dispuesta, como de hombre solo; reinaba en sus muebles y sus ropas, tiradas aquí y allí, un espantoso desorden, de que hubo de avergonzarse al verme entrar.
-Este cuarto está hecho una leonera —me dijo—. ¿Qué quie re usted? en este país... —y quedó muy satisfecho de la excusa que a su natural descuido había encontrado.
Empeñóse en que había de almorzar con él, y no pude resistir a sus instancias: un mal almuerzo mal servido reclamaba indispensablemente algún nuevo achaque, y no tardó mucho en decirme:
                        - Amigo, en este país no se puede dar un almuerzo a nadie; hay que recurrir a los platos comunes y al chocolate.  […]
MARIANO JOSÉ
DE LARRA

«El medio saber reina entre nosotros; no conocemos el bien,
pero sabemos que existe y que podemos llegar a poseerle,
si bien sin imaginar aún el cómo.»

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