Buscar este blog

domingo, 1 de abril de 2012

LAS VACACIONES DE POIROT (1)

Enviado a las 14/08/2010 22:06:13
LAS VACACIONES DE POIROT (1)
Durante estos calurosos días de verano he estado escribiendo una novelita de crímenes como mera distracción personal. Aquí os la ofrezco, por entregas, deseando que este leve pasatiempo policial os divierta, pues no ha sido otra mi pretensión. Al igual que ya hice con Holmes y Watson, los personajes de Conan Doyle, esta vez me apetecía escribir una aventura de otros detectives y me he tomado la licencia de cogerlos prestados de Agatha Christie. Espero que la gran Dama del Crimen no se enfade (ni sus herederos me pongan una querella por plagio). A ver si os gusta...
LAS VACACIONES DE POIROT (1)
DRAMATIS PERSONAE
-ARGYLE, Jacinto. Lord Argyle, terrateniente, es un gran seguidor de las hazañas de Poirot y su anfitrión en su castillo de Escocia.
-ARGYLE, Roberta. Lady Argyle es la esposa del anterior.
-ARGYLE, Antígona. Hija mayor de Lord y Lady Argyle.
-ARGYLE, Roderico. Hijo menor de Lord y Lady Argyle.
-GLOCESTER, Jeremías. Coronel del ejército, ya retirado, y amigo personal de Lord Argyle.
-GLOCESTER, Enriqueta. Esposa del anterior.
-GUNDERSON, Macario. Inspector de Scotland Yard.
-HASTINGS, Arturo. Capitán del ejército, amigo íntimo y biógrafo personal de Hércules Poirot. Es el narrador de esta historia.
-McDONALD, Dorotea. Cocinera en la mansión de Lord Argyle.
-McDUGAN, Pancracio. Mayordomo principal de Lord Argyle.
-PEMBROKE, Remigio. Amigo personal y abogado de Lord Argyle.
-PEMBROKE, Camila. Esposa del anterior.
-POIROT, Hércules. Detective belga, protagonista de esta historia.
-ROBERTSON, Narcisa. Ama de llaves de la mansión Argyle.
-SMITH, Ataulfo. Secretario personal de Lord Jacinto Argyle.
LA INVITACIÓN
I
Cuando aquel soleado miércoles de mediados de julio me dirigí a las oficinas que mi amigo, el gran Hércules Poirot, poseía en pleno centro de Londres ni por asomo podía imaginar que una nueva y extraordinaria aventura policial iba a presentarse en nuestra vida. Fui a las oficinas de Poirot porque el día anterior me había llegado un mensaje suyo rogándome que fuese a verle y así lo hice.
Habían sido muchas las ocasiones en que, junto a Poirot, yo había presenciado crímenes aparentemente irresolubles que mi querido y admirado amigo, gracias a su olfato y a su portentoso intelecto, había resuelto concluyendo sus investigaciones con éxito allá donde los detectives oficiales habían fracasado. Pero entonces no podía sospechar que el nuevo caso que nos aguardaba estaría lleno de misteriosas y enigmáticas circunstancias.
Como uno ya va teniendo ciertos achaques, cogí el ascensor de subida al piso donde se encontraban las oficinas de Poirot, llegué ante su puerta y llamé con decisión. Me extrañó que tardasen tanto en abrirme, así que insistí y, cuando ya estaba a punto de marcharme, pensando que mi amigo estaría ausente, se abrió la puerta y pude ver la oronda figura y la amable sonrisa de Poirot que me daba la bienvenida más cordial.
II
-Mon cher Hastings! Adelante, amigo, adelante. Pase y acomódese. Dispense que haya tardado tanto tiempo en abrirle pero es que Miss Adelaida Hopkins, mi secretaría, se ha ido de vacaciones y estoy más solo que la una...
Noté a mi amigo de muy buen humor, a pesar de que yo sabía que últimamente le habían prescrito un severo régimen alimenticio, que le amargaba bastante la existencia, pues él era un gourmet, un bon vivant que se deleitaba sobre todo con la buena cocina.
Me senté en un confortable sillón de color vainilla y, dejando mi sombrero a un lado, le pregunté qué tal estaba, a lo que respondió que se hallaba muy bien, salvo por la dieta, que consideraba del todo intolerable y, según mi impresión, debía estar saltándose.
-Bueno, cher ami, creo que no nos veíamos desde hace unas pocas semanas, cuando resolví el caso del ladrón de peluquines...
-Lo recuerdo bien. Fue usted muy sagaz al desenmascarar al juez Aloisio Williams, maníaco de las pelucas. El inspector Japp aún se pregunta cómo pudo usted adivinar la culpabilidad del juez.
-Oh, Hastings, Japp es un buen policía, pero le falta imaginación. Le sobran pies y le falta cabeza. En fin, amigo, me alegro de que haya acudido a mi llamada. ¿Qué le parecería acompañarme a pasar unos días en Escocia?
La propuesta de Poirot me pilló por sorpresa. Sabía yo que a él le gustaba tomarse vacaciones por los lugares más insospechados pero no podía imaginar por qué esa vez habría elegido Escocia.
-¿De modo que para eso me hizo llamar ayer? -Le pregunté. Poirot asintió, sonriendo. -¡Por supuesto, le acompañaré encantado!
-Verá, mon cher ami -dijo Poirot, aclarándose la voz-, ayer recibí una carta de Lord Argyle, un rico hacendado de Escocia que ha tenido la gentileza de invitarme a pasar una semana en su castillo de Inverness. Además, dice ser muy aficionado a mis casos, que usted ha escrito con tanto acierto. La carta debe estar por aquí...
III
Poirot se levantó y, dando saltitos, llegó hasta su escritorio, tan ordenado y pulcro como su mente, cogió un sobre, sacó la carta y me la mostró. Esto era lo que decía:
Querido señor Poirot:
Desde hace años sigo con ferviente interés todas sus hazañas detectivescas y me encantaría conocerle en persona. Si no tiene otras ocupaciones que requieran su atención, sería un placer acogerle en mi castillo como huésped de honor. ¿Le parece bien a partir del próximo sábado? Espero ansioso sus noticias. Naturalmente, puede usted viajar acompañado de su fiel amigo el Capitán Hastings, a quien también quisiera conocer. Le ruego que me conteste a la mayor brevedad posible. Si decide venir, tome el tren del sábado a Inverness y en la estación les estará esperando mi secretario, quien les llevará hasta mi castillo.
Suyo afectísimo,
Lord Jacinto Argyle.
-Bien, querido Poirot -musité, dejando la carta en manos de mi amigo-, por mi parte no hay ningún problema. El sábado podemos partir para visitar el castillo de Lord Argyle, que tan amablemente nos ha invitado.
-¡Estaba seguro de que usted aceptaría! -Exclamó Poirot, moviendo las manosen señal de feliz agradecimiento. -Vaya usted, pues, a hacer sus maletas, mientras yo contesto a Lord Argyle. Nos vemos el sábado a las diez en la Estación Victoria, ¿le parece bien?
Asentí y me levanté, emocionado por la nueva experiencia que íbamos a vivir juntos. Le di a Poirot un fuerte apretón de manos y me encaminé a la salida de su oficina.
-Ah, Hastings. No olvide llevarse una buena manta zamorana, que ya sabe que por las noches refresca en Escocia...
Fue lo último que le oí decir a mi amigo antes de que cerrara la puerta de su despacho. No podía yo sospechar por aquel entonces que estábamos a punto de afrontar un nuevo, horrible y sangriento crimen.
CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario