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domingo, 1 de abril de 2012

LAS VACACIONES DE POIROT (2)

Enviado a las 16/08/2010 16:27:17
LAS VACACIONES DE POIROT (2)
LAS VACACIONES DE POIROT (2)
EN INVERNESS
I
El sábado, a las diez de la mañana, encontré a mi amigo Poirot, puntual como siempre, en el vestíbulo de la Estación Victoria. Nuestro tren salía a las diez y media. Nos esperaba un largo viaje de muchas horas. Además, teníamos que hacer transbordo en Edimburgo, con lo que llegaríamos a Inverness al anochecer de ese día, si no daba ningún retraso.
Ya en nuestro compartimento, nos dedicamos a charlar de forma muy animada sobre los viejos tiempos, los primeros casos de Poirot en Inglaterra, y sobre temas variados, ya que Poirot se interesa vivamente por cuantos asuntos conciernen al hombre moderno.
Después de la comida y del transbordo en Edimburgo, llegamos a Inverness cuando ya estaba entrando la noche. Noté, como me había advertido Poirot, que hacía más frío en Escocia que en Londres, pero era soportable y casi se agradecía.
Una espesa neblina cubría la estación, pero a pesar de ello pudimos ver al criado que Lord Argyle había prometido que nos llevaría hasta su castillo. En efecto, estaba esperándonos a la salida de la estación.
-Buenas noches, caballeros. Me llamo Ataulfo Smith y soy el secretario de Lord Argyle. Les ayudaré con las maletas...
Ataulfo Smith era un hombre joven, de unos treinta años, alto y delgaducho. Era pelirrojo y lucía unas enormes patillas que le cubrían buena parte de la cara y del mentón. Iba vestido con un traje a rayas de color gris y, por sus movimientos, se notaba que ejercía tanto de secretario como de ayuda de cámara del Lord. Con presteza nos condujo hasta su coche, cargó nuestro equipaje y nos sentamos: Poirot, delante, con el señor Smith, y yo, detrás.
II
-Monsieur Smith, tenga la amabilidad de hablarnos de Lord Argyle y su familia -comentó Poirot con su delicada voz.
-Encantado, señor Poirot. La verdad es que Lord Jacinto Argyle es uno de los hombres más ricos de Escocia. Su familia, que siempre ha vivido en Inverness desde hace generaciones, se dedicaba a la agricultura y al ganado, hasta que se metieron en algunos negocios. Son terratenientes y poseen muchas industrias y fábricas, entre ellas la fábrica de gaitas Argyle e Hijos, famosa en el mundo entero. Son las mejores gaitas de Escocia. Lord Argyle está casado con Lady Roberta desde hace más de treinta años. Tienen dos hijos: Antígona, de 27 años, y Roderico, de 25. Los hijos ayudan al padre a administrar sus propiedades. Son gente muy normal y campechana, aunque el joven Roderico es algo rebelde y alocado. Eso es todo. Lord Argyle espera que pasen ustedes una feliz estancia.
-Merci beaucoup. Estoy seguro de que así será -dijo Poirot.
Pocos minutos después llegamos al inmenso castillo señorial de la familia Argyle. Era una impresionante mole de piedra gris, con varias torres y un patio central. Alrededor del castillo se extendía un vasto campo cuajado de árboles, setos y jardines. El coche aparcó en el patio y nos dejó frente a la entrada. Allí, una figura alta y sombría nos aguardaba. Apenas si podíamos verla a causa de la espesa niebla. Era McDugan, el mayordomo principal, un hombre calvo y pálido como la cera que acudió enseguida a ayudarnos con el equipaje y nos condujo hasta el lujoso recibidor del castillo, adornado con tapices y trofeos de caza.
-Lord Argyle -susurró McDugan- les recibirá ahora mismo.
Hizo una leve reverencia, tomó nuestras maletas y las subió a las habitaciones que nos habían asignado.
III
No hubo que esperar mucho tiempo a Lord Argyle, que salió de su despacho y, con una jovial sonrisa, nos acogió en la que él llamó su “humilde morada”. Jacinto Argyle era un hombre bajito y rechoncho, aún más bajo que Poirot. Lucía un fino bigote y llevaba gafas. Iba vestido muy elegantemente, con un traje príncipe de Gales de color marrón claro y unas polainas verdes. Estrechó la mano de Poirot, luego la mía y exclamó:
-Mi querido señor Poirot; Capitán Hastings: ¡sean bienvenidos al castillo Argyle! No saben la de veces que he soñado con tenerles como huéspedes. Usted, Poirot, representa para mí una de las más elevadas inteligencias de toda Europa. ¡Qué digo de Europa! ¡Del mundo!
-Oh, me abruma usted, Excellence. Soy un hombre sencillo. Un ex-policía belga que vive retirado en Inglaterra.
-¡Qué modesto es usted, Poirot! Llevo años siguiendo su carrera... y la de su amigo Hastings. ¿Qué tal está, Capitán?
-Impresionado por la magnificencia de su castillo y agradecido por su hospitalidad, Lord Argyle -dije yo.
-Pero pasen, por favor, pasen al salón. Imagino que no habrán cenado todavía. En la cena les presentaré a mi esposa e hijos, así como al resto de mis invitados.
Poirot y yo nos miramos algo sorprendidos porque, para ser sinceros, no esperábamos que hubiera otros huéspedes en la mansión.
Lo más terrible de todo es que entonces aún no sabíamos que alguien iba a morir muy pronto y que, como siempre, a Poirot le tocaría resolver ese nuevo y horripilante asesinato.
CONTINUARÁ...

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