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martes, 25 de mayo de 2010

CULOMBO: EL CASO DEL AVISPERO EN LA OREJA (4)

Enviado a las 02/02/2010 22:16:11
CULOMBO: EL CASO DEL AVISPERO EN LA OREJA (4)




EL BLOG DE "¡VUELVE, CAMI, TE QUEREMOS!",
o "bloks de los dandis y bohemios",
se complace en presentarles
la cuarta parte de
"UN AVISPERO EN LA OREJA"
 
  -Un nuevo caso para el Teniente CULOMBO-

11.-Dos pájaros de un tiro...
Mientras Culombo y Jéssica charlaban sobre los pormenores del caso, ni por asomo podían imaginarse la vuelta de tuerca que éste iba a dar. En la Mansión Macaradoff estaba a punto de ocurrir una nueva tragedia.
Eran las cuatro de la tarde. Todos habían comido. La calma reinaba -aparentemente- en el lujoso palacete californiano del difunto Macaradoff. El mayordomo Bautista Howard Keynes Manchester III (alias “Chuchi”) y doña Othilia Macaradoff (alias “Othi”) se acercaron hasta la habitación del chino Chin-Pang, el cual estaba echándose una siesta de esas que hacen época. Los atronadores ronquidos del chino se oían por toda la casa.
-¡Cómo ronca el condenao! -susurró el mayordomo.
-Calla, lelo... ¿Has traído la carta de suicidio, la soga y la porra? -musitó doña Othilia.
El mayordomo asintió. Doña Othilia le ordenó que abriera la puerta de la habitación con sumo sigilo. Entraron de puntillas. El chino seguía roncando. Doña Othi le hizo una seña al mayordomo y éste, al ver que era el gesto convenido, golpeó al chino en la cabeza y lo dejó inconsciente. Incluso inconsciente, el chino seguía roncando, y más plácidamente, si cabe.
-Y ahora -dijo el mayordomo- ato la soga a la lámpara del techo, se la pongo en el cuello el chino y...
-Me parece que hay una pequeña variación -exclamó doña Othilia, echándose una mano al bolsillo de su chaqueta.
-¿Qué variación? ¿Qué dices, Othi? Pero... -El mayordomo balbucía, perplejo. -¿Por qué me apuntas con esa pistola?
-Me extraña que me lo preguntes. ¿Aún no te habías dado cuenta? No puedo permitir que me chantajees de por vida. Sabes mucho sobre mí y creo que estarás mejor callado. Como mi difunto esposo...
-¡Eres una mala pécora! -Y mientras el mayordomo decía esto, doña Othilia le disparó al corazón. Fueron las últimas palabras del pobre sirviente, gigoló y asesino de ocasión. El mayordomo calló al suelo. Entonces, doña Othilia se puso unos guantes, colocó al chino -aún inconsciente- en la silla de la habitación y le disparó en el pecho. Luego sólo tuvo que poner un revólver en la mano del chino y otro en la del mayordomo, que yacía en el suelo. Por último, y antes de que alguien del servicio acudiese al ruido de los disparos, colocó un fajo de billetes en la mesa de la habitación, y los dispuso como si el chino los hubiera estado contando. La segunda parte del plan estaba en marcha. Y doña Othilia había matado dos pájaros de un tiro.

12.-De camino a la Mansión Macaradoff...
Una llamada llegó a la Comisaría Central. Era la angustiada voz de la señora Macaradoff. Estaba fuera de sí. Gritaba que el mayordomo y el cocinero se habían disparado entre sí. El Comisario Lorenzo Stéphenson mandó a Culombo que fuera de inmediato a la residencia Macaradoff, acompañado por un equipo de la Policía y... por la entrometida señora Fletcher.
Por el camino, mientras conducía su viejo Peugeot, don Calisto Culombo y doña Jéssica Fletcher hablaron sobre el caso:
-¿Sabe, Teniente? -Habló Jéssica.- Me intriga mucho lo de la avispa en la oreja del muerto. Eso implica que no fue un suicidio, como publicó la prensa.
-Sí, doña Úrsula -dijo Culombo.- Eso mesmo pensé yo, pero no puedo demostrar nada. Sospeché primero del cocinero chino, que tenía acceso a la cocina, y por ello pudo inyectar el veneno en el cuerpo de don Macariodoff, pero ahora el caso se ha complicado.
-¿Cree usted que el mayordomo asesinó al millonario? ¿O tal vez que el chino y el mayordomo lo hicieron juntos y luego, en una discusión, se quitaron la vida mutuamente?
-No sé, doña Plácida... Aún no sé qué dimonios pensar. Este caso me tiene desconcertao. No encuentro el hilo para sacar el ovillo, leñe...
-No se preocupe, Toniente -le tranquilizó Jéssica.- Yo le ayudaré a resolver el caso.
-Eso dice mi mujé, que ustez ayuda muncho a los policías en sus casos. Me vendrá bien su ayuda, hi... -susurró Culombo mientras apretaba el purito.

13.-En la escena del segundo crimen...
Culombo no dejaba de dar vueltas por la escena del crimen, observándolo todo, mientras Jéssica hablaba con la aparentemente nerviosa viuda de Macaradoff.
-Debe usted haberlo pasado muy mal, ¿verdad, doña Othilia? -dijo Jéssica, mirando fijamente a la viuda.
-Pues sí, señora Fletcher. Aún no puedo creerlo. Bautista Manchester, el mayordomo, era un hombre tranquilo y lo mismo digo de Chin-Pang. Me parece increíble que tuvieran algo que ver con la muerte de mi marido...
-Asín parece, siñora -gruñó Culombo, apretando el puro y tratando de encontrar algún indicio revelador. -Mire, aquí hay gran cantidad de dinero... Parece que el chino Chin-Pang descubrió que el mayordomo había asesinao al siñor Macariodoff y le iba a hacer chantaje, algo a lo que no estaba dispuesto Bautista. Debieron discutir, sacaron las pistolas y...
-No puede ser. Eran leales a mi marido y a mí -Gimió la viuda.
-Pues debe ser ansí, s...ñora. -Reflexionó Culombo, dando vueltas por el cuarto del chino, mientras fumaba su apestoso puro.- He comprobado personalmente las coartadas... del asegurador Müller y del abogado Gettisburg... y ambos estaban haciendo otra cosa la noche que asesinaron a su marido. Tienen testigos... Pero no hay testigos de lo que hacían el mayordomo ni el cocinero... Sabemos que era la noche libre del cocinero... Por eso es fácil que el chino pudiera ver cómo el mayordomo asesinaba a su marido y lo transportaba a la playa de Malibú, s... s... ñora.
-¿Quiere decir que el caso está resuelto? -Sollozó la viuda, sonándose los mocos con un pañuelo.
-Asín parece... No obstante, tengo que hacer mi informe para el Comisario don Lorenzo y aún quedan algunos cabos sueltos, como la dichosa avispa...
-Ah, sí, esa avispa. Pero no le entiendo, Teniente Molongo. Puede ser una casualidad, y nada más.
-No creo, siñora. Alguien la puso allí adrede. Pero aún no sé por qué.
-Yo opino lo mismo que el Teniente -Intervino Jéssica, en tono conciliador.

14.-”Otra cosa más, s... s... ñora”
Un buen rato después, salieron de la habitación. Ya en la puerta, mientras Jéssica iba hacia el coche del Teniente, éste se volvió y se dirigió a la viuda, que estaba junto a la puerta.
-¡Una cosa más, s...ñora! ¿Sabía usted que su marido había contratado a un detective para vigilarla?
-¡Eso no puede ser cierto! -Se indignó la viuda.
-Pues sí... Nos lo ha dicho él mismo. Se llama Pantaleón Pinkertón, y trabaja para la Agencia de Ditectives Bogart y Cía. Lo que no sé, s... señora, es qué motivos podía tener su marido para vigilarla.
-¡Ni yo tampoco, Teniente Calostros! -Y diciendo esto, cerró dando un sonoro portazo.
Ya en el Peugeot de Culombo...
-Me parece, Toniente -dijo Jéssica- que la viuda Macaradoff se ha enfadado con usted.
-Tiene sus motivos. Ahora ha pasado a estar la número uno en mi lista de sos... sospechosos.
-Puede ser... Oiga, don Culombo, ¿podría apagar el purito? Es que huele muy mal.
-No, s... s... ñora Fletcher, lo que 'güele' mal no es el purito... Ej que, de la emoción, no he podido aguantalme y me he tirado un...
-Culombo ¡¡¡es usted un guarro...!!!

[Continuará…]


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