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martes, 25 de mayo de 2010

CULOMBO: EL CASO DEL AVISPERO EN LA OREJA (y 6)

Enviado a las 16/02/2010 08:57:15

EL BLOG DE "¡VUELVE, CAMI, TE QUEREMOS!",
o "blobs de los dandis y bohemios",
se complace en presentarles
la sexta y última parte de
"UN AVISPERO EN LA OREJA"
 
18.-Culombo, de nuevo, en la mansión Macaradoff...
Culombo llegó a la casa de los Macaradoff a las seis de la tarde. Ya se le había pasado el ataque de flatulencias. Dejó al perro en el coche y cogió el Dossier del caso. Tenía una idea, pero necesitaba comprobar algo.
-¿Otra vez usted aquí, Temiente Culotrombo? -preguntó doña Othilia Macaradoff con cara de hastío, mientras aguardaba ante la puerta de su lujosa mansión.
-Sí, s... se... ñora. Pero yo nunca miento. He venío pa' decirla que el caso está encerrao. Es decir, que ya tengo el gato en la gatera. Y el perro en mi coche. Venía a decirla que ya tengo al culpable. -dijo Culombo echándose un farol. Aún le faltaba la prueba que incriminara a la viuda alegre. -¿Me permite ustez pasar?
-Pase, pase, Teniente. ¿Le sirvo un güisqui?
-No, gracias. Preferiría que sacara un whisky, Cheli, para el personal... Ej que soy asín de raro con las bebidas, pero ej que estoy de servicio postal y nos tien 'prohibebido bereber' en horas... Y no son horas.
-Ah, ya, bueno, pues yo me serviré uno, por aquello de que yo no estoy de servicio.

19.-Una foto de familia y la foto de un crimen...
-Hablando del servicio -dijo Culombo echando un vistazo a una foto en la que se veía a Macaradoff con doña Othilia y todo el personal al servicio de los ricachones. - ¿De cuándo es esta foto?
-Es del año pasado. Mi marido se empeñó en que nos hiciéramos una 'foto de familia'. Ya que nosotros no tenemos hijos, insistió en que salieran los criados, esa chusma. Yo estaba en contra de que salieran ellos, pero él se empeñó.
En la foto se veía a un grupo de unas quince personas, y en primer plano al señor Macaradoff y su esposa, en el centro, flanqueados por el mayordomo y el cocinero, el cual estaba muy sonriente y además sostenía un enorme pez espada.
-¡Es una foto horrible, Culambo! ¿Qué importa? Bueno, dígame de una vez por todas quién mató a mi esposo.
-¡Fue ustez, s... señora! Y ahora, al ver esa foto es cuando me doy cuenta de su error. Mire esa foto: ahí vemos a su marido, a usted misma, al mayordomo Manchester, al cocinero chino con el pez espada en la mano... Mire, mire... ¡Sostiene el pez espada con la mano izquierda!
-¿Y eso qué más da? Venga, Quilombo...
-Mire la foto, se... señora. Ahí está una prueba que la acusa a ustez. Porque sólo ustez pudo cometer estos tres asesinatos.
-No sea ridículo. Ahí no hay nada. No tiene usted nada. Déjelo, Teniente Calabobos.
-Vea, vea... -Y Culombo sacó unas fotos del Dossier del caso, cogió una y se la enseñó a la viuda.- Esta foto es de la escena del segundo crimen. ¿Sigue sin darse cuenta?
Doña Othilia comenzó a marcar un número de teléfono. Tal vez trataba de llamar a la Policía, a alguno de sus contactos, para que le quitasen a Culombo de encima.
-Compárelas, por favor. En la 'foto de familia' se ve al cocinero sosteniendo el pez espada ¡con la mano izquierda! ¡Era zurdo! Pero aquí, en esta foto de la escena del segundo crimen, podemos ver cómo sostiene el revólver ¡con la mano derecha! ¡Ustez olvidó que su cocinero fuera zurdo! Ese fue su error. Casi creí que había cometido ustez el crimen perfecto, pero se equivocó al colocar las pistolas. Chin pán era zurdo, y ustez, que desprecia a sus criados, no tuvo en cuenta ese detalle tan absurdo. Pero además están las fotos de su relación con el mayordomo, y está su falta de cuartada...
-¡Se dice coartada! -gritó doña Othilia, histérica.
-Tuvo ustez el móvil, la oportunidad y el medio para matar a su marido. No hemos encontrado el veneno que ustez y el mayordomo le inyectaron, pero lo encontraremos y asín el juez no tendrá dudas de su culpabilidaz. Queda ustez arrestá, doña Othilia.

20.-”Una última cosa más, se... se... ñora”
El Teniente telefoneó a sus compañeros agentes y vinieron a detener a la viuda alegre, que se resistió un poco, insistiendo en que ella era inocente y que todo había sido un amaño del tal Quilombo.
Ya en el coche celular, Culombo se acercó a doña Othilia, que estaba esposada y sentada en el asiento trasero del coche. El Teniente encendió el purito de la victoria y una idea cruzó por su mente. Quedaba algo por resolver...
-Una última cosa más, se... se... ñora, antes de que se la lleven a Comisaría. No tiene por qué fingir más... Es... Es mejor que me lo confiese, se... ñora. Por mera curiosidaz, ¿sabe? Lo que me conteste quedará entre nosotros. Dígame: ¿colocaron ustedes la avispa en la oreja del señor Macariodoff o fue algo al azar?
-Fue cosa de “Chuchi”... -sollozó doña Othilia.
-¿De “Chuchi”?
-¡Quiero decir de Manchester, de nuestro mayordomo! Fue un toque suyo. Quería desafiar a la Policía. Dejó la avispa para que supieran ustedes por dónde le habíamos inyectado el veneno. Pero parece que ustedes no se dieron cuenta, eh, Culogordo...
-Pues no. La verdad es que en este caso no estuvimos muy 'avispaos' que digamos. Adiós... ñora.

Y diciendo esto, Culombo cerró la puerta del coche celular y mientras fumaba su apestoso purito vio cómo se alejaba el coche con la malvada viuda. No pudo evitar soltar un bostezo de admiración. Acto seguido, acarició a su perro, cogió su coche y volvió a casa, donde su mujer lo esperaba con las sobras de los macarrones con torta de ajopringue en salsa verde y los canelones de garbanzos con fabada Litoral.

[FIN DEL CASO DE
"UN AVISPERO EN LA OREJA"]

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