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sábado, 1 de mayo de 2010

UN AVISPERO EN LA OREJA

Enviado a las 15/12/2009 20:58:27
UN AVISPERO EN LA OREJA
EL BLOG DE
"Deje a Strauss con su Charanga!"
se complace en presentarles
los hasta ahora inéditos,
novedosos y divertidísimos casos
del sin par, sin igual, atrabiliario,
despistado, entrañable y familiar
TENIENTE C. CULOMBO

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I
El Teniente Calisto Culombo se despertó a las seis de la mañana porque lo llamaron de la Comisaría de Malibú. Se había cometido otro crimen perfecto. Allá que fue, después de darle un beso a su santa esposa, doña Ermengarda Culombo, de soltera E. Smythe.

Le esperaba a don Culombo otro quilombo de caso…

Llegó en su viejo Peugeot a las playas de Malibú. Allí salió a recibirle el sargento Olegario Tómasson. El sargento le enseñó el cadáver del finado, el Millonario Donald Macarodoff, ruso afincado en los USA.

-¿Cuánto tiempo lleva muerto? –preguntó Culombo.
-No lo sé, dijo Tómasson, pero calcule que más de tres horas… Eso ha dicho don Benito Randolphs, el Forense.

El fotógrafo (Carter) le sacó 256 fotos al muerto. Luego llegó el juez, Atanagildo Foster, para levantar el cadáver. Como pesaba mucho el tal Macarodoff tuvieron que llamar a cinco camilleros y aún así les costó levantar el cadáver…

II
Culombo fue a ver a la viuda de Macarodoff, para darle el pésame mucho, como si fuera esta noche la última vez… Y porque era la primera sospechosa en este singular caso que no salió publicado en EL CASO.

La viuda, doña Othilia Macarodoff, de soltera Goldington, salió a recibir al Teniente Culombo, que llevaba cuatro o cinco lamparones en la gabardina, mucho sueño y aliento de puro barato.

-La acompaño… en el sentimiento.
-Gracias, oiga, don Teniente…
-No, sí la oigo muy bien, señora Macariadoff.
-Y yo a usted, don Culobombo.
-Vaya casa…s… ñora… -dijo mientras apestaba el salón con su purito.
-Mi marido, que era mu rico er probe.
-Bueno, ya, pero ¿sospecha ustez de alguien que lo haiga podío asesinar?

III
Al instante entró el Mayordomo, Bautista Howard Keynes Manchester III (apodado “Chuchi” por la señora, porque ella y él tenían un lío de faldas y faldones, pero esto lo supo Cumbo más tarde, como luego se verá). El Mayordomo Chuchi, digo Bautista, le llevaba una tisana a la doña y un brandy que le había pedío er Teniente, que se ponía las botas en todos estos casos de millonetis muertos.

-Decía… s… ñora que si sospecha ustez de arguien que haiga podío matar a su marido.
-No, no creo. Como no sea el abogado Gettisburg, que le odiaba, porque no le pagó el último testamento, voluntad mortuoria y “ocasso” que mi marido le encargó; o el asegurador Johann Müller, ese alemán de los co…, que también odiaba a mi marido –bueno, se odiaban mutuamente, porque eran de la misma Mutua, la Müller y Asociados; o tal vez el Cocinero, sí, ese chino andarín y mandarín…

IV
-¿Cómo se llama el Chino? –Preguntó Culombo.
-Chin-Pang… -contestó doña Othilia.
-¿Chin pán? ¿Chin pán? ¿Sin pan? ¿Y el Cocinero se llama “Shin Pán”? Bueno, luego iré a interrogarle. Y le rogará que nadie abandone la Mansionceta jasta que yo haiga interrogao a tos sus moradores, servicio doméstico, cocineros y jardineros…
-Pues lo lleva usted crudo, teniente –terció Bautista, el Mayordomo.

V
-¡Concho! ¿Y pol qué dise ustez eso? –dijo Culombo escupiendo el puro, que cayó al suelo y estuvo a pique de arder la alfombra del salón, quemando las cortinas y varios Rembrandts falsos que colgaban en las paredes…
-Porque en el servicio doméstico de los Macarodoff, contándome a mí, trabajamos 34 personas, más el chófer, más la Portera, Benilde, más…
-Vale, vale. Pos ya vendré otro día, s... ñora, adiós
-Adiós, don Columbio. -dijo la viuda.
-¡Ah, señora! Una cosa más, que 'me se' ordivaba. Su marido ¿coleccionaba avispas o algo así? ¿Tienen ustedes aquí avispas?...
-¡Vaya pregunta, Culambo! Pues claro que no. ¿Por qué lo dice?
-Es que la única pista que me intriga de todo este caso es que hemos encontrado una avispa muerta en la oreja de su marido. Igual murió de su picadura... s... ñora.
-No sé... Eso le toca a ustez averigüarlo, Teniente.
-Hi, claro, que pa' eso me pagan. ¡Con Dios, doña Macaria...! Coff, coff. Toso mucho. Mi mujé dice que jumo muncho. A ver si me quito de eso. Mañana gorveré pa' hablar con todos sus empleado... s... ñora. Adiós, Bautista.
-Adiós, Calabombo! -dijo la viuda.
-Culombo, se dice Culombo. Soy medio italiano...
-Vale, pues adiós, Torricelli. -dijo el Mayordomo.
-Teniente, sólo teniente. Adiós y gracias, don Bernardo.

Y el Teniente Culombo volvió, pero a Comisaría. Luego fuese a su casa, para descansar un poco, asearse y dormir un rato. Y aquí quedaremos, para mañana, o pasado, o al otro, seguir contándoles el caso del avispero en la oreja.

[Continuará… Si nos dejan, y si gusta, claro]

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